Me pides sampaguitas... No te envío,
porque, al ir a cortarlas de la rama,
sentí temblar mis manos y mi pecho
prensado por la lástima.
No quiero que padezcan esas flores,
como padece, lejos de tí, mi alma,
no quiero que al contacto de mis manos
perezcan marchitadas.
¡Qué caigan ellas solas! Yo, que siento
más que nunca mortíferas nostalgias,
no quiero que por mí tengan las flores
nostalgia de las ramas.
Es crueldad separarlas de sus tallos
antes que lo haga el soplo de las áuras
¡quién sabe si en las horas más de vida
que se irán al troncharlas,
ellas esparcirán en el ambiente
la esencia más sabrosa y delicada
que formada con mieles de rocío
en sus corolas guardan!
Deja que vivan. A nosotros mismos,
a pesar de seguir nuestra jornada,
marchando sobre espinas y entre sombras
la vida nos es grata.
Nada tememos más sino la muerte...
¿Y si tuvieran esas flores alma?
¡Quién sabe si sintieran asimismo
temor de verse lacias!
No; déjalas vivir. Que vivan siempre
en su palacio de hojas y de ramas;
que las encuentre allí la mariposa,
su eterna enamorada;
que saluden los ocres de la tarde,
que esplendan con las púrpuras del alba,
que beban del rocío de las noches
y halaguen las miradas.
Las pobres sampaguitas se resienten
cuando alguien de su tallo las separa;
al hallarse en el pecho o en las trenzas,
sufren; se tornan pálidas.
Y cuando están así ¿qué hombre puede
contener de los ojos una lágrima?
¿Quién no se acuerda de los tristes seres
que mueren de nostalgia?
From My Garden
Isabella Garcia Bernstein
You ask me for sampaguitas… I will not surrender them to you
because, in trying to cut them from the branch,
I felt my hands tremble
and my chest tighten from shame.
I do not want these flowers to suffer as my soul,
far away from you, suffers.
I do not want them
to wither and perish at the touch of my hands.
How they might die alone! I, who feel relentless nostalgia
now more than ever,
do not want these flowers to feel nostalgia
for their branches because of me.
It is cruel to sever them from their stems
before the spirits of the wind deem it time.
Who knows if in the last hours of life,
they will put an end to them,
They will scatter into the atmosphere
their sweetest and most delicate essence
formed with dewdrops of honey
that their petals earnestly protect!
Let them live. For us,
in spite of following our day’s journey,
marching on thorns and between shadows,
life is pleasant to us.
Nothing frightens us more than death…
And if these flowers were to have a soul?
Who knows if they might feel the same
fear of seeing themselves wilted.
No; let them live. May they live always
in their palace of leaves and branches;
may a butterfly, their eternal lover,
find them there;
may they greet the ochers of autumn,
may they shine with the purple hues of daybreak,
may they drink from the nighttime dew
and flatter the eyes.
The poor sampaguitas ache
when someone plucks them from their stem;
upon discovering their chest or tresses,
they suffer; they lose their brilliance.
And when they are like this, what man can
contain a single tear?
Who does not remember the sorrowful beings
who die of nostalgia?