La Abandonada
Gabriela Mistral
Ahora voy a aprenderme
el país de la acedía,
y a desaprender tu amor
que era la sola lengua mía,
como río que olvidase
lecho, corriente y orillas.
¿Por qué trajiste tesoros
si el olvido no acarrearías?
Todo me sobra y yo me sobro
como traje de fiesta para fiesta no habida;
¡tanto, Dios mío, que me sobra
mi vida desde el primer día!
Denme ahora las palabras
que no me dio la nodriza.
Las balbucearé demente
de la sílaba a la sílaba:
palabra “expolio,” palabra “nada,”
y palabra “postrimería,”
¡aunque se tuerzan en mi boca
como las víboras mordidas!
Me he sentado a mitad de la Tierra,
amor mío, a mitad de la vida,
a abrir mis venas y mi pecho,
a mondarme en granada viva,
y a romper la caoba roja
de mis huesos que te querían.
Estoy quemando lo que tuvimos:
los anchos muros, las altas vigas,
descuajando una por una
las doce puertas que abrías
y cegando a golpes de hacha
el aljibe de la alegría.
Voy a esparcir, voleada,
la cosecha ayer cogida,
a vaciar odres de vino
y a soltar aves cautivas;
a romper como mi cuerpo
los miembros de la “masía”
y a medir con brazos altos
la parva de las cenizas.
¡Cómo duele, cómo cuesta,
cómo eran las cosas divinas,
y no quieren morir, y se quejan muriendo,
y abren sus entrañas vívidas!
Los leños entienden y hablan,
el vino empinándose mira
y la banda de pájaros sube
torpe y rota como neblina.
Venga el viento, arda mi casa
mejor que bosque de resinas;
caigan rojos y sesgados
el molino y la torre madrina.
¡Mi noche, apurada del fuego,
mi pobre noche no llegue al día!
The Abandoned
Perren Carrillo
Now I am going to learn
the sour country,
and unlearn your love,
my only language,
like a river that neglects
its current, its edge, its bed.
Why did you gift me treasures
without the means to forget?
Everything passes me and I pass me
like a party dress for a party no one came to;
Too much, my God, too much.
My life has passed me since the first day.
Now you must give me the words
that my mother never could.
I will babble and blubber them
from syllable to syllable:
the word “plunder,” the word “nothing,”
the word “hell,”
although they writhe in my mouth
like bitten snakes.
I have sat
in the middle of the Earth,
my love,
in the middle of my life,
to open up my veins and my chest,
to peel myself like a pomegranate,
and to break the red mahogany
of my bones that once ached for you.
I am burning all that we had:
the thick walls, the high rafters,
uprooting one by one
the twelve doors you liked to open,
taking an axe
to the well of happiness.
I am going to throw out
the harvest we reaped yesterday,
empty out the bottles of wine,
and free the caged birds;
I will dismember this homestead
as if it were my body,
the mountain of ashes
measured with fingers to the sky.
How dull the ache, how steep the cost,
how divine these things once were.
They don’t want to die: sniveling,
baring their vivid entrails!
The timbers understand and speak,
the wine pours itself to watch,
and the flock of birds rises
disjointed and slow like the fog.
May the wind come. May this house burn
brighter than a forest of matches;
May the mill and the watchtower
buckle, red and slanted.
My night, rushed by the fire,
my poor night, run away from the day!